Uno de los elementos más importantes es el vestido de la novia. Un atuendo que ha cambiado mucho en los últimos años, pero que comenzó a serlo como lo conocemos hoy en día hace aproximadamente 176 años.
La Reina Victoria de Inglaterra fue la responsable de dejar el color rojo a un lado (el más usado en ese tiempo junto con el azul) y darle la oportunidad al blanco. Fue 10 años después del día de su boda (10 de febrero de 1840), que la revista ‘Godey’s Lady’s Book’ publicó que este tono “era el más adecuado para una novia” por ser “emblema de la pureza e inocencia de una mujer y del corazón inmaculado que ahora cede al elegido”. Después de eso, solo las mujeres de altas clases sociales podían llevar ese color, por ser un tono complicado de lograr y preservar.
Pero como siempre, las mujeres se las arreglaban para llevar algo parecido a la moda. Lamentablemente la llegada de la Gran Depresión causó que muchas regresaran a usar ‘su mejor atuendo’ para la ceremonia, no exactamente uno hecho especialmente para ese día, que no podían volver a usar.
El verdadero boom fue en la segunda mitad del siglo 20, cuando Grace Kelly, la Princesa Diana y otras icónicas mujeres se aseguraron de que fuera una indiscutible e irremplazable tendencia. Solo en algunas culturas orientales, las novias usan principalmente el rojo o la combinación de blanco y rojo, por ser símbolo de la buena suerte.
Actualmente, existe una total libertad para usar cualquier tonalidad, silueta, corte, textil y adorno para crear el vestido perfecto. Las opciones son infinitas, y aunque a muchas les guste el clásico corte de sirena con escote corazón y hecho de encaje, siempre habrá quien sea más arriesgada y nos sorprenda con una pieza verdaderamente original e innovadora. ¿Tú qué prefieres?